En el pintoresco estado de Minas Gerais, Brasil, nació una joya culinaria que ha conquistado los corazones de millones: el Catupiry. Desarrollado en 1911 por el inmigrante italiano Mario Silvestrini, su nombre tiene profundas raíces en la lengua tupí-guaraní, significando simplemente «excelente». Este queso tipo «requeijão» ha perdurado a lo largo del tiempo, convirtiéndose en uno de los productos más tradicionales y queridos de Brasil y Paraguay.
El Catupiry no solo es un queso, es un vínculo con la nostalgia. Su envoltorio redondeado y etiqueta vintage nos transporta a la «cocina de la abuela», generando un cálido sentimiento de familiaridad. Con más de 15 millones de consumidores en Brasil, su diseño gráfico atemporal, influenciado por el movimiento art déco, resuena con la esencia de principios del siglo XX.
Más que un queso es un ingrediente esencial
Este queso suave no se limita a untarse en tostadas; es un elemento clave en la gastronomía brasileña. Gracias a su baja acidez, el Catupiry se ha convertido en un componente esencial en innumerables recetas de pasta, pescado y pollo. La expresión «ao Catupiry» se ha arraigado, señalando platos donde este queso desempeña un papel fundamental, desde las irresistibles pizzas hasta los deliciosos rellenos de coxinhas y pasteles.
Desde el encanto culinario de Río de Janeiro, donde el Catupiry se sirve como postre con paté de guayaba, hasta su presencia discreta en tiendas étnicas y restaurantes selectos de Estados Unidos, este queso brasileño es una experiencia sensorial que trasciende fronteras. Aunque encontrarlo puede ser un desafío, aquellos que lo descubren se sumergen en un mundo de sabores auténticos y tradición que perdura en cada untada.
